sábado, 24 de julio de 2010

LA CINTA BLANCA



En un pueblo alemán, de vida aparentemente idílica y casi bucólica, durante los meses previos a la primera guerra mundial, se suceden una serie de hechos violentos y misteriosos como la agresión de un niño o la caída de el médico a causa de una trampa.






La película, desde el comienzo, es un sepulcro blanqueado. Explicada suave y pausadamente, lo que le confiere más horror, con muchas escenas aparentemente inocentes, pero que ponen los pelillos de punta, como cuando el doctor le pregunta a su hija por la edad y señala el gran parecido con su madre ( o yo soy muy preclara o muy mal pensada, porque el tono me resultó desagradable ). No digamos cuando el hermanito sorprende al padre e hija en una visita nocturna.




Las figuras paternas son ominosas, sin excepción. El pastor,violento y dictatorial, incapaz de un gesto cariñoso hacia su hijo pequeño, el doctor, maltratador y violador, con unas relaciones sexuales tristes y sin un atisbo de empatía hacia sus semejantes.




Los niños se presentan como un caldo de cultivo de lo que vendría más tarde. La represión y violencia domésticas son una olla a presión sin válvula de escape, que cocina un potaje fétido.
No es agradable de ver, pero da que pensar








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